LA LEYENDA DE LA BRUJA HAEDA


Hace muchos, muchos años, cuando aún los hombres vivían al aire libre y los inviernos eran crudos y largos, vivía en el Faedo una bruja llamada Haeda.
Tenía poderes sobrenaturales otorgados por el demonio, que la advirtió: “Debes usarlos para hacer el mal, pues si con ellos haces el bien te consumirás y en tres días desaparecerás. “La bruja Haeda se preparó para hacer todo el mal que pudiera.
Entre La Vid y Santa Lucía vivía una familia, la madre María, el padre Miguel y nueve hijos pequeños. Por el verano sembraban patatas, fréjoles, lechugas, guisantes pues se daban muy bien y con ellos alimentaban a sus hijos. Cuando llegaba el invierno las cosas se complicaban, no tenían donde refugiarse, por la noche subían hasta la cueva de los Infantes y allí se guardaban de la nieve y las heladas.
Un día nevó y nevó, el viento soplaba la ladera de la montaña helada y por más que María y Miguel empujaban a sus hijos hacia arriba no conseguían llegar a la cueva, los niños resbalaban y volvían a caer.
Haeda estaba sentada (bien es sabido que las brujas no tienen frío) y sintió un escozor en el pecho al ver aquellos padres que no podían resguardar a sus hijos del frío. Usando sus poderes arrancó un montón de piedras de las montañas y las prendió fuego, se pusieron rojas y chispeantes dando un calor agradable, lo más milagroso es que duraron encendidas toda la noche, María y Miguel colocaron a sus hijos alrededor para que durmieran sin pasar frío.
A la mañana siguiente había un gran montón de cenizas, ellos no se explicaban lo que había pasado. Aquel día siguió nevando, en el puerto la niebla y el frío eran insoportables. Haeda pensó que aunque les ayudara otro día aún le quedarían poderes. Así que volvió a arrancar piedras de las montañas y las prendió fuego haciendo una gran hoguera. Pasaron la noche calientes, por la mañana vieron mucha, mucha ceniza que guardaba las brasas en sus entrañas, metieron patatas para que se asaran y los niños las comieran tiernecitas.
Haeda se miró en el arroyo, estaba envejecida y cansada, agotada pero dispuesta a ayudarles un día más aún a costa de su vida. Pensó que no sería suficiente, el invierno en estas tierras es largo y no podrían resistirlo. Meditó la bruja buena, y juntando todas las fuerzas que le quedaban hizo que todas las montañas del valle se llenaran de piedras que prendieran y dieran calor. Vinieron muchas familias, fundaron un pueblo sobre las cenizas, le llamaron Ciñera. Desde entonces ningún niño pasó frío por las noches. Haeda así lo quiso. Dicen que fue a morir al Faedo, abrazada al árbol más antiguo su bondad quedó para siempre, agua entre las hayas, carbón en la montaña.

Comentarios

  1. este si que esta bien largo , no como el sde la vieja del monte

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